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Redes sociales: No todo lo que suena es opinión pública

No todo lo que suenaNo tengo auto, aunque me encanta manejar. Algunas veces una amiga me pide que la lleve en su auto –ella no tiene permiso de conducir y se estresa manejando– para que traslademos perros de un lado a otro. Hace unos días tuve que cruzar la ciudad de una punta a la otra, o sea desde San José hasta la UNCUYO, y pude vivir la locura que significa hacer semejante hazaña.

En general soy muy tranquila para manejar y mi ley principal es que el resto de las personas tienen prioridad, más que nada cuando manejo un auto ajeno, pero nada evitó que terminara bastante afectada por la experiencia vivida. Ustedes se preguntarán qué tiene que ver esto con las redes sociales, pero no se me ocurre mejor ejemplo para ilustrar lo que quiero contarles.

En las calles de Mendoza –en otras también, pero voy a circunscribirme a la experiencia de la semana pasada– uno de los personajes ineludibles es el “loco de la bocina”. Ese personaje que, por razones muy extrañas, toca bocina como si con ello pudiese lograr que los autos que nos encontramos delante de él nos desvaneciéramos mágicamente. No es que en el fondo no deseemos eso a seguir escuchando su insistente bocina, pero si tengo un camión parado delante y él lo está viendo, ¿me pueden explicar por qué me toca bocina de esa manera?

Ahora es cuando entran las redes sociales. Desde que estas plataformas virtuales han ido creciendo en cantidad de usuarios, visitas y actividades, hay una tendencia a tomarlas como “fuentes de una verdad ineludible”. Tantos los medios de comunicación como muchos políticos y funcionarios públicos toman lo que se dice en Facebook o en Twitter como si ello fuese la opinión de “la gente”. Ahí está el error. Lo que circula por las redes sociales no son las opiniones profundamente desarrolladas de las personas: son los bocinazos del tipo que ve que tenés delante un camión que no te deja avanzar pero que igual toca la bocina.

Las redes sociales son esas calles al mediodía, pobladas de personas que sólo quieren llegar a destino y no piensan en otra cosa más que en ganar una carrera en una pista atestada de otras personas igual de ansiosas. Lo que “la gente” expresa en las redes es lo primero que se le viene a la cabeza, es ese bocinazo sin sentido que sólo sirve para descargar la angustia y trasladarla al resto de automovilistas que le rodean.

Por eso, cuando se cree en la idea de que las redes sociales son el epicentro de la opinión pública, los medios de comunicación matan a un intendente una hora antes de su muerte y los políticos y políticas, en vez de ocuparse de los verdaderos problemas sociales, terminan enfocados en un loco que toca bocina.

 

Por Lic. Guadalupe M. Pregal

Nota escrita para Edición UNCUYO, la publicación digital de la Universidad Nacional de Cuyo. 09/12/2014.